Tribuna de Galicia Sande con motivo del Día Internacional de la Mujer

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La meta hacia la igualdad, cada vez más cerca 

Hoy en día son muchas las mujeres, como es mi caso, cuya profesión está ligada al mundo jurídico; hoy en día, ellas, son mujeres abogadas, juezas, fiscales, letradas del Estado, funcionarias de organismos judiciales, docentes en las Universidades de Derecho, etc., y esta nueva realidad no era la que existía hace algunas décadas, donde la presencia de la mujer en estos ámbitos era mucho menos relevante y el mundo jurídico estaba dominado mayoritariamente por el sector masculino.

Desde entonces hasta hoy se ha ido produciendo un cambio generacional, y por tanto un cambio de mentalidad, que ha tenido su reflejo en el hecho de que la mujer ha ido incrementando cada vez más su presencia en el mercado laboral, de manera paulatina, con valiente determinación y también sacrificio, compaginando en muchos casos el cuidado de la familia (rol que mayoritariamente le seguía siendo adjudicado casi en exclusiva) con el desarrollo de su carrera profesional.

Creo que uno de los principales motores del cambio ha residido en la educación de la ciudadanía, en la formación en igualdad y ello ha exigido regular y garantizar la igualdad de oportunidades y de trato partiendo del principio de igualdad previsto en el artículo 14 de la Constitución Española, al que ha seguido un desarrollo normativo en el que, a nivel estatal, destacó la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, ley a la que han sucedido posteriormente muchas otras iniciativas legislativas en favor de la igualdad.

Desde mi perspectiva, en ese camino hacia la igualdad no hemos estado solas, sino que parte del mérito también ha venido marcado por el apoyo del sector masculino al asumir los cambios que se avecinaron y que pugnaban muchas veces con la educación recibida por unos y otras; para conseguir la transformación hemos sabido mayoritariamente hacer equipo con “ellos” (que son nuestros padres, nuestras parejas, nuestros maridos o nuestros hijos), y se ha hecho de forma gradual y gracias a la lucha de las más transgresoras contra roles anticuados que tantas veces nos abocaban al conformismo e inmovilismo, roles que provenían de una educación con tintes machistas que generación tras generación se han ido superando.

El escenario, varias décadas después y mirando con perspectiva hacia atrás, es evidente que ha cambiado; nosotras, las mujeres juristas, somos en muchos casos, muy distintas de nuestras abuelas y nuestras madres (en mi caso, soy nieta de una aguerrida mujer de un marinero dedicada al cuidado de la familia y soy hija de una madre valiente e inagotable que, aunque estudió para estilista, en la práctica compaginó el cuidado de sus cuatro hijos y del hogar con algunos trabajos poco cualificados para ayudar a la economía familiar); nuestras predecesoras se empecinaron en que nuestro futuro pudiese ser diferente, que fuésemos a la universidad, que nos formásemos, que viajásemos, que fuésemos independientes, y en ese camino muchos de “ellos” nos han acompañado para juntos dar el salto a una nueva sociedad, en la que cada vez más, hombres y mujeres comparten en corresponsabilidad el cuidado de la familia con las obligaciones profesionales.

Esta evolución ha tenido su reflejo en el ámbito jurídico siendo innegable que las nuevas generaciones de mujeres juristas han ido aumentando su presencia en el mismo, y el mejor ejemplo está en nuestros juzgados, hasta el punto de que incluso empiezan a ser mayoría; en mi experiencia como abogada, no han sido nada inhabituales las ocasiones en las que he estado en Sala de vistas siendo mujeres todas las “actoras jurídicas” (desde la jueza, hasta la letrada de la administración de justicia, pasando por la fiscal, las letradas de las partes o la funcionaria judicial).

Pero el camino hacia la igualdad aún no ha finalizado, no hemos llegado a la meta, y existen barreras aún por derribar, y debe nuestra sociedad seguir avanzando para que esa igualdad sea una realidad para las siguientes generaciones.

No debemos olvidar que hay mucho trabajo aún por hacer, pues son muchas las mujeres que en la actualidad siguen oprimidas y lejos de sentirse en un entorno de igualdad; es por ellas y por las que vengan, que debemos seguir trabajando para hacer valer sus derechos y su dignidad, que es un principio inquebrantable.

Fuente: Legal Today

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